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miércoles, 25 de junio de 2008

La caja vacía


Pocas cosas desesperan más a una mujer que ver a un hombre (hijo o marido) prácticamente en estado vegetativo, armado con el control remoto, frente al televisor haciendo zapping ¡sin detenerse en nada! Simplemente no lo entendemos. Intrigadas, sólo observamos cómo su mente está alojada en algún rincón del "País de nunca jamás".

Sabemos que hombres y mujeres no somos iguales. Pensamos diferente y reaccionamos ante la vida de distinta manera. Sin embargo, nunca había escuchado a alguien explicar de manera tan clara y divertida nuestras diferencias, como lo hace el pastor Mark Gungor en su seminario.

El cerebro del hombre, dice Gungor, está formado por cajas, muchas cajas. Ahí tiene la caja del dinero, la del coche, la de su mamá, la de sus amigos, la de su negocio, la de su suegra... en fin. Cuando quiere ver o discutir un asunto, saca la caja requerida: la abre, la consulta, argumenta sólo el problema que hay ahí, la vuelve a cerrar y la coloca de nuevo en su lugar. La única regla es que las cajas no se toquen entre sí.

El cerebro de la mujer, por el contrario, está formado por una bola de cables enredados, entrelazados y todos conectados entre sí: su trabajo, su mamá, sus hijos, su tiempo de ejercicio, su marido y demás. Así que durante un día de actividad normal, por todos lados se prenden foquitos que viajan interminablemente de un lado al otro, haciendo conexiones y ruiditos tipo tztztztztztzt.

El asunto a destacar es que todo esto está manejado por una energía que se llama "emoción". Si tienes alguna experiencia en la vida y quieres que se grabe para siempre, caliéntala con una emoción. Y como las mujeres le ponemos emociones a todo, por eso y para pesar de los hombres, tendemos a acordarnos de lo que sea.

Esto a ellos no les pasa tanto, porque simplemente las cosas, con excepción del futbol y otros asuntillos, no les importan en lo absoluto.

Lo interesante y nuevo, por lo menos para mí, es saber que dentro del cerebro del hombre hay una caja muy especial, su favorita. ¿Por qué? Porque no hay ¡NADA! Está vacía.

Si tiene una oportunidad, él recurrirá de inmediato a su caja vacía. Así, se va de pesca, ve toda clase de deportes en la televisión, escucha música y demás. Es como se desconecta del mundo.

Las mujeres siempre están conectadas a algo, y no entendemos la caja vacía.

La caja vacía es un lugar que las mujeres no entendemos, porque siempre estamos conectadas a algo. Además, no podemos acompañar a los hombres. De hecho, ¡nunca nos invitarían! Por naturaleza, las mujeres ya le estaríamos metiendo mobiliario, arreglándola y decorándola.



Bajo estrés


¿Qué crees que hace un hombre cuando está bajo estrés? Pues se va a su caja vacía, y lo menos que quiere es ¡hablar con alguien! Entonces, al verlo en estado contemplativo y ausente, nos acercamos a su oído y le preguntamos: "¿En qué piensasss?". Además de que esto les choca, no saben qué contestar. A lo más que se aventuran es a un: "En nada", y cruzan los dedos para que los dejemos en paz.

La mujer, en cambio, cuando está agobiada tiene que hablar, sacar el estrés de su sistema. Si no, nuestro cerebro, literalmente, explota... Hay hombres que, al escuchar la avalancha de palabras, ¡prefieren huir!, porque no saben qué contestar. O bien, se sienten obligados a arreglar las cosas, y empiezan a aconsejarlas. Ojo, hombre, no trates de ayudarla, porque te puede matar. Ella no quiere consejos, sólo que la escuches.

Así que lo que aprendí con el pastor Gungor es que cuando un hombre se refugia en su caja vacía, hay que dejarlo solo y esperar, con paciencia y una sonrisa, a que regrese.

Gaby Vargas
1 Jun. 08

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